El Faro Viejo de Cabo Falso: Vigía de Historia e Identidad

Ubicado en el extremo sur de la península de Baja California, el Faro Viejo de Cabo Falso es mucho más que una estructura de piedra: es un símbolo de identidad regional y testigo de momentos clave en la historia de México y del mundo.

Desde tiempos prehispánicos, esta punta fue una referencia natural para navegantes. En el siglo XVI, los misioneros encendieron antorchas y levantaron una cruz sobre el cerro, marcando la primera señal humana para las embarcaciones del Pacífico.

Durante siglos, Cabo Falso formó parte de la ruta del Galeón de Manila, por donde transitaron mercancías, culturas e ideas que conectaron Asia y América.

A inicios del siglo XX, el proyecto del faro fue presentado en la Exposición Universal de París (1900), donde recibió reconocimientos por su innovación tecnológica. Fue una obra visionaria que representó el compromiso del Estado mexicano con el progreso, incluso en regiones lejanas.

Su construcción fue un verdadero reto: en medio del desierto, con condiciones extremas, se tendieron rieles sobre dunas, se recolectó agua en aljibes y se levantó una estructura con influencias del art nouveau, bella y funcional a la vez. Fue la primera gran obra federal en Cabo San Lucas.

Pero el faro no solo cumplió una función técnica. Generaciones de fareros vivieron bajo su luz, criando a sus familias entre vientos, tormentas y horizontes infinitos. En su historia se entrelazan lo práctico, lo emocional, lo material y lo simbólico.

Preservar el Faro Viejo es reconocer que forma parte esencial de nuestro patrimonio cultural, no solo como monumento físico, sino como memoria viva de quienes lo habitaron y admiraron. Declararlo oficialmente como monumento no es un acto nostálgico, sino una apuesta por el futuro: por una comunidad que valora su historia y la proyecta hacia adelante.